dimarts, 5 d’agost del 2014

La familia, una escuela viviente

Dicen que los niños son esponjas, que aprenden observando a su alrededor, copiando sus referentes, sus amigos, sus hermanos, sus padres. Unos padres responsables pueden influir favorablemente a enriquecer el entorno próximo del niño. Es importante cuidar el ambiente del hogar, controlar los contenidos de la televisión o incluso evitar aquellos programas, video-juegos y juguetes que no tengan ningún interés educativo.  Es necesario que los padres continúen formándose, en valores, en conocimientos, en destrezas, así el niño está inmerso en un ambiente rico de estímulos. Observa a la madre, al padre, a los hermanos, a los abuelos y toma ejemplo de ellos, les escucha y les imita. La familia se convierte en una escuela viviente, los niños aprenden de los padres, de sus profesiones, de sus talentos, de sus hobbies y de las tareas manuales o mecánicas domésticas, como coser, cocinar, cuidar del huerto, bricolaje, etc. Es importante el buen ejemplo de los padres, no solo el ejemplo moral, sino el ejemplo profesional y académico. Es sorprendente observar que la mayoría de auténticas y exitosas vocaciones pasan de padres-madres a hijos. Dicen que un buen músico nace en el vientre de su madre músico, es así, la auténtica escuela formadora es la familia, es altruista, trascendental y amorosa. La herencia más valiosa que pueden dar unos padres a sus hijos no es el dinero, sino la transmisión de conocimientos, valores, destrezas, habilidades y experiencias de una generación a otra.